
Ante el proyecto de desregulación de los colegios profesionales se pronunció UIBA
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En un fallo sin precedentes, el Tribunal de Impugnación de Río Negro anuló un juicio por jurados por entender que los integrantes del jurado no comprendieron las instrucciones que debían guiar su deliberación. La decisión —que ordena repetir el debate oral por el homicidio de Beimar Llanos Condori en General Conesa— pone en primer plano un problema de fondo en el sistema judicial: la falta de lenguaje claro en procesos complejos.
El acusado, Eduardo Morello, había sido llevado a juicio en diciembre de 2023 bajo cargos de homicidio agravado. El jurado no logró alcanzar los 10 votos requeridos para arribar a un veredicto, y el juez dictó su absolución. Sin embargo, fiscalía y querella impugnaron el fallo, argumentando que las instrucciones finales fueron extensas, confusas y cargadas de tecnicismos.
El Tribunal de Impugnación les dio la razón: el jurado no comprendió cómo deliberar, y esto afectó el debido proceso.
“No se cuestiona el contenido del veredicto (porque no hubo), sino la falta de instrucciones complementarias y adecuadas durante una fase crítica: la deliberación del jurado”, subraya el fallo.
Cuando el lenguaje se convierte en una trampa
Durante la etapa deliberativa, el jurado expresó dudas reiteradas sobre el modo en que debía analizar las diferentes opciones del caso. A pesar de estas señales, el juez técnico no ofreció las aclaraciones necesarias. La fiscalía y la querella insistieron en que era imprescindible explicar con mayor claridad el orden de análisis (de la acusación más grave a la menos grave) y los efectos de no llegar a una mayoría.
El fallo del TI destaca que la lectura de instrucciones insumió más de una hora y media, con lenguaje técnico, términos jurídicos y fórmulas procesales que no fueron traducidas a un lenguaje comprensible para ciudadanos sin formación legal.
“El lenguaje claro no es una concesión estética: es una garantía esencial para el ejercicio de derechos. Sin entender las reglas, el jurado no puede decidir libremente ni válidamente”, sostiene el fallo en su fundamento central.
La justicia, ¿habla un idioma que la ciudadanía puede entender?
El concepto de lenguaje claro —promovido por normas internacionales, organismos judiciales y manuales de buenas prácticas— implica utilizar expresiones accesibles, eliminar tecnicismos innecesarios y estructurar la información de forma ordenada y comprensible. En este caso, la ausencia de un lenguaje claro fue decisiva para que el jurado no pudiera cumplir su función.
El Tribunal señaló que el juez no explicó siquiera qué debía ocurrir si no se alcanzaban los 10 votos, un punto clave que generó confusión y contribuyó al estancamiento del jurado. Esto impidió alcanzar una decisión legalmente válida y forzó al tribunal a declarar la nulidad del juicio.
El rol del juez y el compromiso ciudadano
A pesar de la nulidad, el fallo destacó la actitud responsable del jurado, que deliberó durante más de 16 horas en una única jornada. La resolución fue enfática: la falla no fue del jurado, sino del sistema judicial, que no supo comunicarse de forma efectiva.
“El jurado asumió estoicamente las funciones asignadas. El resultado que hoy se deja sin efecto se debe exclusivamente a la falta de preparación y claridad de quienes operamos el sistema”, expresó el Tribunal.
Reflexiones: una Justicia que se entienda
Este caso no solo reabre un juicio, sino también un debate crucial sobre cómo el Poder Judicial se comunica. En tiempos donde el juicio por jurados avanza como forma de democratización de la justicia, el lenguaje claro se vuelve una condición necesaria para el acceso real a la participación ciudadana.
Cuando el derecho no se entiende, no se cumple o peor, se ignora. Y cuando el lenguaje se convierte en barrera, el proceso deja de ser justo.
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